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La evidencia científica más fiable indica que el sistema climático de la Tierra está cambiando de forma irrevocable. Las temperaturas mundiales están continuamente rompiendo nuevos récords y los océanos están más calientes que nunca. Las placas de hielo terrestre menguan, el hielo marino del Ártico está disminuyendo y los glaciares se derriten centímetro a centímetro. El nivel del mar subió unos veinte centímetros en el siglo pasado y se espera que incremente un par de metros para el 2100. Los acontecimientos extremos, tales como sequías, grandes incendios, e inundaciones, son más virulentos y cada vez más frecuentes.

Las enormes variaciones en las características del clima tienen efectos directos sobre los ecosistemas y las actividades humanas. Sin embargo, los efectos principales del cambio climático no serán consecuencia de las catástrofes naturales, sino respuestas al empobrecimiento progresivo de los estándares de vida. Por ejemplo, los cambios en los regímenes de precipitación y temperatura están alterando los sistemas hidrológicos, afectando la calidad y la disponibilidad de agua dulce, y con un impacto negativo directo en los rendimientos de los cultivos y de la pesca.

También se prevé que el cambio climático debilite la seguridad
alimentaria: la producción pesquera disminuirá en todos los continentes y en los océanos, y la producción de arroz, trigo y maíz disminuirá drásticamente en las regiones tropicales y templadas. Se espera que los recursos de agua superficial y de agua subterránea renovables se sequen, especialmente en la mayoría de las regiones subtropicales. Esos cambios exacerban los problemas de salud humana y crean nuevos puntos conflictivos de hambruna.

La pobreza también empeorará con el cambio climático. Los pobres y los países pobres están más expuestos y son más vulnerables a todo tipo de crisis climáticas. Con las catástrofes climáticas, los pobres pierden una parte mayor de sus pertenencias porque su vivienda es a menudo su principal activo y porque viven en edificios con baja resistencia a los peligros naturales. Además, tienen menos recursos para prevenir esos daños, así como para hacer frente y adaptar sus vidas a las condiciones climáticas cambiantes.

A demás, el cambio climático también afecta el umbral de pobreza, arrastrando parte de la clase media a la pobreza. Según los cálculos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el cambio climático podría dar lugar a otros 100 millones de personas viviendo en situación de pobreza extrema en 2030. A nivel regional, los puntos más conflictivos en este sentido son el África subsahariana, la India y, en menor medida, el sur de Asia. Por ejemplo, aproximadamente un millón de personas de las costas del sur y el sureste de Asia correrán probablemente el riesgo de inundaciones como consecuencia del aumento del nivel del mar.

Uno de los impactos más significativos del cambio climático en la humanidad es la perspectiva de grandes flujos migratorios. Como se señala en los estudios más recientes del Centro Internacional de Monitoreo de Desplazamiento, 21’5 millones de personas ya han sido desplazadas cada año por la amenaza de eventos relacionados con el clima desde 2008. Los pronósticos predicen 200 millones de migrantes ambientales para 2050.

Los inmigrantes ambientales deben agregarse a una miríada de migrantes económicos y refugiados que dejarán sus casas en una oportunidad para una vida mejor: sólo en 2015, la cantidad de personas desplazadas alrededor del mundo superó los 60 millones. La mayoría de ellos son acogidos por países en desarrollo, particularmente aquellos que están cerca del origen de las personas desplazadas. Países pobres acogiendo a gente pobre. En consecuencia, millones de personas seguirán estableciéndose en campos de refugiados o barrios marginales urbanos por debajo de los estándares de vida.

Ya que los migrantes pobres tienden a establecerse en “lugares sobrantes”, allí donde otros no quieren habitar, estarán nuevamente en riesgo de sufrir los efectos de los peligros ambientales. Por esta razón, es esencial identificar asentamientos de acogida ubicados en lugares inseguros para reasignar a las personas y detener su expansión urbana.

Los refugiados y sus campamentos, a su turno, tienden a estar olvidados. No importa mucho si los centros de acogida no están lo suficientemente bien diseñados porque se supone que sus usuarios se quedan allí por un corto plazo de tiempo. Los datos y la realidad demuestra que una gran parte de ellos seguirán allí grandes periodos de su vida o la vida entera. Por lo tanto, no hay razón para no asumir la consolidación de alguno de los campos como un núcleo poblacional e implementar programas de mejora con un planeamiento urbanístico viable, utilizando el papel transformador a nivel social de la planificación y mejorando definitivamente su calidad de vida.